El tren de las desilusiones. Un día mas, una mañana menos. Los días que me quedaba dormida viajaba más cómoda.

En esos días yo me encontraba llena de inspiración, lejanos días de soledad. Era primavera y el tren de las desiluciones se retrasó más que de costumbre.

En medio de la incertidumbre, me encontré espiando a un joven al que no había visto nunca antes, pero sin embargo su cara me resultaba muy familiar. Nuestras miradas se cruzaron por dos estaciones.

Tal vez me resultaba extraño ver a una persona vestida tan formal, y con maneras tan elegantes. Quizás era su mirada intimidante o su camisa blanca, su corte militar o la simetría de su rostro. Una joya reluciente entre tanta miseria. Sin dudas su lugar no era allí. ¿A dónde iba alguien como él? 

Al día siguiente, decidí salir al mismo horario y tomarme el mismo tren, alevosamente para volver a verlo. La suerte estaba de mi lado y nuevamente cruzamos miradas. Así, unas semanas mas. Sin hablar, sin acercarnos, ese instante tan estúpido hacia de mis mañanas una intrigante aventura. 

Con el tiempo, cambié mis rutinas, cambié mis estaciones y algunas semanas ni siquiera viajé.

Con el tiempo me fuí olvidando los horarios y me fuí olvidando de la adrenalina que me provocaba el joven inadaptado.

Pero esos momentos quedaran ahí para siempre en mi memoria. Quizás nunca más lo vuelva a ver. Quizás esas casualidades me llevaron a hoy estar escribiendo esto y pensando en cómo nos cruzamos con tanta gente en nuestras vidas, todo el tiempo. Sin prestar atención, inconscientemente compartimos un instante y lo hacemos eterno.

#RelatosdeViernes